martes, 18 de enero de 2011

   
           Viernes, dieciseis de Enero del año 98.  Pasé la tarde, como tantas otras desde hacía unos meses en el hospital. Mi padre estaba hospitalizado, llevaba desde finales de Octubre. Las cosas no iban bien. ¡Fueron tantos años así! 18, más o menos. Pero en los dos últimos años, las estancias en el hospital eran cada vez más frecuentes. Sobre todo con los cambios de estación. Y mi madre siempre a su lado.
          Aquella tarde, me fui a una hora determinada porque tenía una reunión en un cuerpo de voluntariado en el que estaba por aquel entonces. Marché, avisé que al día siguiente iba a cumplir los recados que me habían encomendado, ir hasta a la aldea, a correos, etc, etc.
         Cuando me faltaba muy poco para llegar, me llamaron al móvil, que me pasase por allí. Llegué en escasos minutos, estaba muy cerca. Subí apresuradamente, cuando llegué al pasillo, lo que vi, fue a la doctora de guardia saliendo y cerrando la puerta tras de si, me vio y negó suavemente con la cabeza..., lloros al fondo...
         Parecía todo tan irreal... estaba aterrada. Por su falta, pero sobre todo por como sería la vida sin él. La relación madre-hija nunca había sido muy fácil, y eso me daba pánico. Al mismo tiempo estaba tranquila porque sabía que después de tantos años, al fin dejaría de sufrir. Todo fue muy apresurado después, recoger, ir a casa, llamar a la familia, tratar de lo que estaba por llegar.
        Afortunadamente en aquellos tiempos, vivía alguien conmigo que me valió la vida. Fue de una gran ayuda para mi. Mucha gente me ayudó, mis amigos, la familia, pero D. pasó en casa los momentos en los que los demás se iban. Eso nunca lo olvidaré.
       Y en el fondo, siempre me he sentido culpable. Culpable, porque siempre soy una tardona, me retrasé en salir, en hacer las cosas, en volver. Y no puedo dejar de pensar, aún 13 años después. que si hubiese llegado antes le hubiese visto. Alguien me dijo una vez, que si fue así, fue porque él no quería que yo lo viese de esa manera. No lo se.
       Sólo se que le dije, hasta mañana papá, mañana al mediodía vuelvo. Y llegué, llegué a la 1, pero llegué tarde.
       Hasta siempre, papá. Te quiero aunque creo que nunca te lo dije, al menos de mayor. Un beso y un gran abrazo.

2 comentarios:

  1. Ana, la persona que te dijo eso es porque lo sabe. Todos decidimos cómo morir, y él no quería que lo vieses porque quería ahorrarte ese sufrimiento, decidió que fuese su compañera, tu madre. Ella sí que lo podía aguantar. Ya habían pasado por mucho juntos y sí que podía. A. quería que lo recordaras con vida, con lo bueno, no enfermo, o en sus momentos finales y así debes hacerlo. Hay que recordar la vida, no el tránsito, Ana, eso ya no pertenece a lo que viviste en común con tu padre, es de otra esfera. Nacemos solos y por muy acompañados que estemos volvemos solos a donde hayamos venido. Y. tenía razón. Tu papá te acompañó hasta que estuvistes lista, o protegida, para caminar sola. ¿Nunca has pensado por qué apareció D.? Todo en la vida está preparado para que avancemos y no nos detengamos, aunque, a veces, no vemos las pistas. Y un amigo nuevo puede ser aquella alma que nos haya acompañado eternamente :) Igual que tu padre fue tu maestro, la persona sabia que se tomaba la vida con calma, sopensando las cosas, gastando poca energía en lo que no era cambiable, y tu madre es la fuerza, lo práctico, tú debes, y ya es el momento, de ser lo mejor de los dos. Por eso los elegiste y aplícalo en tu futuro con las personas que, aunque no llamemos familia, son nuestra familia, nuestra familia espiritual, tanto o más valiosos que nuestros ancestros. Recuerda las lecciones, las personalidades de los que se van, pero no su muerte, eso sólo es un paso. Sé que esto es así, como una certeza en el alma, aunque yo no soy capaz de aprehenderlo aún con mi esencia física pero sé que así es, de verdad. Igual que los que se van continúan, de alguna manera, los de aquí también debemos hacerlo hasta el último momento, y si nuestra misión era aprender con ellos, no debemos de recordarlos con sentimiento de pena o culpabilidad porque cumplieron su papel, y es el camino juntos el que hay que recordar, no el final. Estoy segurísima.

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  2. Lo se, pero es muy difícil, mucho. Intentaré recordarlo cada día. Gracias.

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