Día 8 – 12 de Septiembre de 2.015: Mont Saint Michel.
Hoy nos levantamos a las 6 de la mañana, la misma hora a la
que me levanto cuando voy a trabajar, pero se nota que aquí nadie tiene que
tirar de mi para que me levante. Lo
primero es ver si en recepción nos dejan un día más (ya calculamos que vamos a
necesitar el tiempo) y la idea es ir a ver la Abadía y a lo mejor, por la tarde
deshacer el camino andado de ayer para ver si podemos ir a ver lo que queda
pendiente. Poco a poco. En recepción descubrimos que la habitación está libre la
noche siguiente, y que, aunque es fin de semana, no a un precio desorbitado,
así que, primera papeleta resuelta.
Después de tomarnos el desayuno en la habitación, (gracias a
las provisiones con las que siempre nos movemos, porque calculamos que lo
necesitaremos, ya que la visita a la Abadía va a ser consistente) nos ponemos
en marcha. Y mientras no llega el shuttle, pues a sacarnos fotos con las vacas, jaja.
Habíamos visto que la visita comenzaba a las 9 de la mañana,
así que, allá fuimos, por la Grand Rue de anoche, que con día se ve más
tranquila, ya que al ser tempranillo, aún está todo cerrado, tanto las tiendas
como los restaurantes.
El día amaneció gris y lluvioso y mientras subimos vemos
bajar a una pareja que realmente me hace pensar. El, sujetando a su esposa
amablemente y con cuidado por la cintura. Ella, con los dos brazos
entablillados y una cara tremenda de estarle doliendo una barbaridad. Me hace
pensar y mucho en andar con pies de plomo por la isla. El suelo está humedecido
de la llovizna, y con tanta cuesta y escaleras, era lo que nos faltaba.
Cuando llegamos a la entrada de la Abadía, yo, personalmente
ya no podía más, había mogollón de escaleras, y cuando ya parecía que habías
llegado, zaca! Más escaleras!!!! Al final, resulta que han cambiado los
horarios de verano y abren las puertas a las 9:30, así que, aún nos da tiempo a
respirar un poco y reponerse antes de la visita. Según se acerca la hora, cada
vez van llegando más turistas, por lo que oímos, de muchos países diferentes.
Ha sido el lugar en el que más escuchamos hablar en castellano. Y poco a poco
iban llegando l@s emplead@s y todos con
la lengua fuera. No soy la única, qué alivio.
Conseguimos una audioguía en español, total, 24 euros, 9 €
de entrada y 3 € de audioguía por cabeza.
Pero toda la vida queriendo ver Saint Michel se lo merece, hay que
aprovechar y enterarse de todo.
Saint-Michel surgió a raíz de que una noche del año 708 el
Arcángel San Miguel le mandó construir a St.Aubert una iglesia en la isla
cercana y allí construyó un oratorio. Más adelante se convirtió en Monasterio
Benedictino, teniendo su mayor influencia en los S. XII y XIII. Durante la
Revolución Francesa se convirtió en prisión política durante 73 años, en 1874
fue declarado monumento nacional y en el 1979 se convirtió en Patrimonio Mundial
de la Unesco. Actualmente la habitan la Fraternité de Jerusalén.
La Abadía se diferencia en 3 niveles que reflejan perfectamente
la jerarquía monástica. En el más alto vivían los frailes (iglesia, claustro y
refectorio); los nobles invitados en el nivel medio (sala de los caballeros,
cripta de los treinta cirios, salón de invitados, cripta de St. Martín,
aposentos del abad) y los soldados y peregrinos de la escala social más baja en
el nivel inferior (bodega, capellanía (actual tienda de recuerdos), cuerpo de
guardia, jardines).
La ruta fue estupenda comenzando en la terraza occidental,
la Iglesia, las diferentes salas y salones, la cocina con sus enormes
chimeneas. La sala de columnas gigantescas. Y por último la tienda de
recuerdos.
Pudimos estar allí hasta cerca de la 1:00. Al salir, rendidas, sin
más. Así que, nos buscamos dónde comer, y siguiendo las indicaciones de los
chicos del blog Viajeros Callejeros, nos fuimos al restaurante “Le Confiance” y
nos tomamos un menú de galettes que nos pareció muy bien de precio y que estaba
delicioso, sobre todo después de todo lo que pateamos.
La isla está ahora de lo más bulliciosa, los restaurantes a
tope, gente comiendo en la calle en cualquier rinconcillo, las tiendas llenas y
vimos también cartelones de los hoteles que hay intramuros con precios incluídos.
Conclusión, impagables, al menos para mi!!!
Al comer al lado de la ventana veíamos el bullicio en la calle, y a mucha gente con sus pantalones arremangados y los pies totalmente embarrados, grises, parecía que los hubiesen metido en cemento. Así que, al terminar la comida nos fuimos a dar una vuelta por la otra parte. Allí nos encontramos a un montón de gente que venía de caminar todo por alrededor de la isla, ya que estaba la marea baja. De hecho, hacen rutas y allí detrás estaban todos lavándose los pies en unos grifos que ya tenían a tal efecto.
Una vez vista la isla por todos los lados que pudimos, nos
regresamos a la habitación y aunque cansadas, decidimos irnos a dar un voltio
aunque ya descartamos la idea de continuar con el plan de la mañana, eran
demasiados kilómetros, pero si a dar una vuelta por los alrededores. Al salir,
nos encontramos nuevamente con una barrera bajada que se abrió a nuestro paso,
pero después de salir nos dimos cuenta que no teníamos el código para entrar de
nuevo, y que hasta las 7 no la volvían a levantar, así que, ahí nos quedamos
fuera, cada vez más cansadas y con menos ganas de hacer nada, hasta que fue la
hora de poder entrar de nuevo.
En ese rato, nos dimos una vuelta por Avranches de donde era
originario St. Aubert, y llegamos hasta Granville, nos acercamos al faro desde
dónde había una vista inmejorable de una regata y dónde nos encontramos con la
comitiva de una boda en la que los novios iban en coche de caballos. De Granville
es originario Christian Dior y hay un museo, pero no dimos con él. Supongo que
el cansancio tuvo bastante que ver.
Sobre las 7:30 habíamos visto que era la marea alta, así que, cansadas y todo, allá nos fuimos de nuevo en el shuttle para ver el espectáculo y de nuevo un montón de gente. En los equinoccios estacionales queda completamente rodeado por el agua y aislado. Un último paseo intramuros, visita a alguna tienda y de vuelta al hotel, después de un día tan agotador.
Sobre las 7:30 habíamos visto que era la marea alta, así que, cansadas y todo, allá nos fuimos de nuevo en el shuttle para ver el espectáculo y de nuevo un montón de gente. En los equinoccios estacionales queda completamente rodeado por el agua y aislado. Un último paseo intramuros, visita a alguna tienda y de vuelta al hotel, después de un día tan agotador.
A descansar que mañana nos cambiamos a Bretaña.
Muy bien descrito pero mi memoria es frágil (en cuanto a viajes)
ResponderEliminarHay que volver para refrescar la memoria
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