Día 11 – 15 de Septiembre de 2.015: Plounévez
Lochrist-Lampaul-Guimiliau-Guimiliau-St.Thégonnec-Roscoff-Brest-Coray
Después de pasar la noche lloviendo, hoy amaneció un día completamente
azul. Siguiendo nuestra rutina de los últimos días, de nuevo hay que encajar
todo en la maleta y luego en el maletero. Con el paso de los días este temita
ya va cargando un poco, pero bueno, como me decía alguien: ¡¡¡la dura vida del
viajero!!!
Hoy tenemos el desayuno incluido, genial. Cuando pasamos al
comedor, tenemos la mesa puesta, preciosa, con nuestro zumo de naranja, las
jarritas, crepes, croisans, pan, ahhhh, allí había de todo. Un desayuno
delicioso, acompañadas por ratos, del baby de la casa, ¡más majo!
Y con la pena de irnos de esta casa tan guay, ponemos rumbo
hacia la zona de los Enclos Paroissiaux
(recintos parroquiales). Se
caracterizan por tres partes que coinciden en todos ellos: el arco de triunfo
con unos escalones por donde se entra al recinto sagrado, un calvario que
representa escenas de la Pasión y un osario junto al pórtico de la iglesia).
Así que, allá vamos, hacia Lampaul-Guimiliau, nos encontramos con una iglesia
muy curiosa, con algunas características comunes en todos ellos, como las
vigas, y siempre acompañadas de esas vidrieras tan bonitas, que con las mañanas
tan luminosas que solemos tener, hacen un efecto precioso en la piedra. Después
fuimos a Guimiliau y por último a St. Thègonnec. Casualmente empezamos por la
más “poquita cosa” y según fuimos avanzando nos encontramos con iglesias y
calvarios cada vez mayores y más vistosos.
Luego ya nos fuimos para Roscoff, en dónde ya aprovechamos para comer un par de galettes. Ahí ya vamos descubriendo que a mi me gustan y que Cris ya está hasta el gorro de ellas. Este pueblo se caracteriza por los Johnnies, vendedores de cebollas rojas que pasaban en barca a Inglaterra y vendían las cebollas en sus bicis. Aunque leemos que siguen existiendo no vemos nada que se le parezca. Nos damos un voltio por el pueblo y al final, vuelta al coche.
Nuestro siguiente destino es Brest. Lo malo es que se ha
puesto una tarde malísima de lluvia y al llegar a media tarde, aquello acabó
siendo un caos. Nuestra idea era ir a la costa, hasta Le Conquet, para poder
ver la Ile d’Ouessant, pero aquello fue imposible, así que, optamos por dar
vuelta e ir en busca de nuestro nuevo alojamiento. Además, con el día tan
cerrado que quedó, posiblemente al llegar a la costa no viésemos nada de nada.
Hoy volvemos a parar de Chambre d’Hote, la “Chambre d’Hote de Coray". Sin mucha dificultad damos con el sitio, la finca se llama "Greenwood" y tras atravesar su portal y toda aquella zona frondosa, medio anocheciendo y
lloviendo cada vez más, aquello parecía el escenario de una película de miedo.
En unos metros, de repente un claro y la casa.
Nos abre la puerta una pareja y es el chico (súper
parlanchín) el que nos lleva para la parte de atrás para indicarnos nuestro
alojamiento. ¡Qué diferente es respecto al que dejamos esta mañana! Todo
bastante antiguo, enchufes que no funcionan, llaves de la luz que no encienden,
un armarito todo forrado de rojo por dentro y un calefactor en el baño, porque
lo que si notamos es que hace bastante frio dentro de esta vivienda. Y problemas
para cerrar con llave la habitación, qué resulta que aquí hay que subir la
manilla para que cierre. Qué cosas más raras. Y como no hay ni tele para ver, y
estamos rendidas, poco menos que un yogur y a la cama. A ver si hay suerte y
amanece un día mejor, porque queremos ir para la costa.
Hasta mañana.
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